La victoria de la persistencia

Que odioso es sentir su visita. Empiezan desde antes a anunciarse y la desesperación te invade pues no quieres tenerlas junto a ti. Arden antes de llegar y sabes que ese presagio no atrae nada bueno, sólo una muestra más de lo humano y banal que eres. Entonces por fin se dignan a aparecer rellenando tus globos oculares con su líquida sustancia. Aún entonces intentas retenerlas para que al menos si ya te causaron la desesperación se queden contigo y no decidan huir donde todos las puedan ver. A veces lo consigues y entonces su presencia puede pasar inadvertida dejándote el magro consuelo de que sólo te hicieron compañía por un momento para luego replegarse a su guarida en busca de otro momento para invadirte cuando no lo deseas. Pero en otras ocasiones se van y ruedan complacidas por tus mejillas, mostrándole al mundo lo que deseabas ocultar, casi riéndose de ti porque no pudiste contra ellas y ganaron su batalla. En esas condiciones, derrotada, debes enfrentarte al mundo rodeada por esa salada condición que las indeseadas visitantes te otorgaron.

En esos momentos puedes sentir el odio que te invade contra ellas y aún más contra ti misma puesto que no pudiste derrotarlas a pesar de haberlo intentado con todas tus fuerzas. Y el mundo te compadece intentando consolarte cuando lo único que desearías es desaparecer por un momento hasta que dejen de acudir a tus ojos y puedas volver a usar la sonrisa que convence al mundo de que estás bien. Y es tanto el odio contra tu propio ser, contra tu debilidad expuesta frente a los fríos ojos del exterior que aún más visitantes te atacan aprovechando la grieta ya hecha en tu muralla “casi” impenetrable. Se transforma en un círculo vicioso que intentas romper y generalmente lo consigues. Escapar de ellas con ayuda de distintas notas musicales que pueden ser oídas en el momento o recordadas por tu mente con el único objetivo de huir de tu propia y humana debilidad. Obtienes tu revancha y deben retirarse aunque ya cumplieron su objetivo. Ahí estás vulnerable frente al mundo que acaba de verte dejar tu personaje por culpa de las líquidas invasoras que como agua que son, tarde o temprano derriban la muralla más sólida sólo con su insistencia.
By AA

domingo, 7 de diciembre de 2008 en 11:36 p. m.

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