Figuras de Arena

Hace mucho, mucho tiempo, hice una figura de arena. La hice con cuidado, para que fuera perfecta. Le dediqué mucho tiempo, porque realmente quería hacerla. La cuidé de todo y de todos, para que no le pasara nada. Para que, aunque el tiempo fuera inclemente o las personas no la vieran, siguiera allí para mí. Para poder mirarla y saber que hice algo perfecto. Porque esa pequeña figurita se convirtió en parte importante de mi mundo. Pero, de alguna manera, aún era algo lejano. Estaba condenada a pasarse su vida en aquella porción de suelo donde estaba. Así que la rescaté. Con muchísima precaución, con minuciosidad, levanté cada trocito de ella y me la llevé conmigo. Siguió imperturbable. Nada cambió en ella. Seguía siendo mi figura, la que cree y cuidé con tanto esmero. Y entonces… Entonces, por obra del destino o quizá de una mano malintencionada, tropecé. Tropecé o quizás me empujaron. El resultado fue el mismo. Hubo una pequeña, una mísera grieta en mi figurita. En un principio no la noté. Después creí que era reparable. Pero el tiempo pasaba y cada segundo era un pequeño grano que caía de ella, agrandando su herida. Antes de que me diera cuenta, ya no era perfecta. Pero seguía siendo mi figura y yo la quería. Así que me aferré a ella con todas mis fuerzas. La acerqué a mí, con la esperanza de que dejara de derramar la arena que al componía. No funcionó y entonces terminé de desarmar su forma cuando empuñé mi mano para mantenerla dentro. Pero no había nada que hacer. Se destruía irremediablemente, se caía pedazo a pedazo por entre mis dedos cerrados con desesperación. Hasta que se detuvo. Y entonces, con miedo y una leve esperanza abrí la mano muy despacio. Dentro solo había un par de granitos pegados a mi piel. Y en el suelo, un montoncito amorfo de arena que el viento se llevaba con rapidez.

martes, 8 de noviembre de 2011 en 7:17 p. m. , 1 Comment